Sin presunción alguna

Bienvenido seas, cibernauta, pasa y lee, que aunque sea sólo un resquicio de mis letras, inolvidables te parezcan.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Espasmos

 Es cierto, el desánimo y tristeza siempre se cuelan en cada poro de mi piel, en cada hueco del corazón que dice estar lleno de amor y en cada leve sonrisa que llega a dibujarse en mi rostro.

Las ráfagas o chispas de serotonina son siempre sofocadas por la proctalina, pero también siempre, o casi siempre, “algo” surge.

O intento hacer surgir.

“Algo” como ese riff de “Here comes The Sun” que simula un suspiro escapando del fin de una hondanada de tristeza, mientras una leve sonrisa se va ensanchando llena de ternura, de esperanza, en un rostro marcado por las lágrimas secas para enfrentarse al gigantesco astro...

“Algo” que forza a contener esas insistentes lágrimas, a bloquear con la garganta el paso del sollozo, a sorber con la nariz los mocos, a oprimir el paladar con la fuerza de la punta de mi lengua y a endurecer mi quijada; ese “algo” parece un ardor en el pecho y se extiende hacia el resto de mi ser hasta desvanecerse en un cálido impulso a creer que sí, que todo irá mejor.

Y me abrazo y me consuelo...

Y me abrazo y me consuelo... 

Y de nuevo repito y vuelvo a repetir otro estrago de angustia de tristeza de más de lo mismo.

...pero reinicio y nuevamente ese “algo” combate y exige otra mirada cerrada al cielo, para contener el miedo a ya no creer más.