Sin presunción alguna

Bienvenido seas, cibernauta, pasa y lee, que aunque sea sólo un resquicio de mis letras, inolvidables te parezcan.

viernes, 15 de febrero de 2013

Hablar, tenemos que...


Espera, silencio, letras, carta, mirada, preguntas, no respuestas. Todo lo que desearía decirte y no hallo el modo de hacerlo.
Oculto cual si creyese es pecado, o tan sólo porque no se ha "digerido" y aún no comprendo ni yo misma qué fue lo que pasó esa mañana de enero, cómo llegamos a ese punto… aún no quiero comprenderlo… Escarbar, remover… es como volver a sacar a flote todo aquello, el volver a ese proceso depurativo que sola procesé, al que sola concluí este era el destino que quería elegir, al que debía volcar toda mi existencia. 
No es justo revolver lo que ya hace tiempo está aquietado, que acepté; no es justo volver a ese proceso, otra vez.
Pero para explicarlo, explicártelo, contarte qué pasó… cómo fue… debo hacerlo…
O tal vez no. Tal vez sólo hay que seguir callando… dejar que el tiempo pase y esa conversación nunca más se destape, y nos veamos de frente, y desvíe la mirada,  y evada y callemos, o calle.. o calle… 
Golpeé y él devolvió el golpe. Se defendió.
Eso fue todo.
Así comenzó todo.
Reproducir cada palabra siempre será imposible, sólo unas cuántas de ellas, sólo monosílabos o frases compuestas por tres o cuatro palabras… Momentos que parecen congelados y no quiero volver a rebobinar porque vuelve abrirlo todo, a destaparlo, a ventilar cada recuerdo oculto o que nunca se tuvo…
…y el miedo surge...
El miedo a que sea verdad, el miedo a que él mienta, o yo sea quien siempre se mintió al respecto.

domingo, 6 de enero de 2013

Extraña sensación ésta de querer decir adiós y no soltarlo.
Recordarte y volver a ti cuando la intensidad de café mañanero se cuela entre mi boca para llevarme a ese despertar a tu lado y un desayuno ligero te despierte por la mañana... Pan con mantequilla y poco de mermelada de fresa compensan la ausencia de azúcar en mi despensa para endulzarte el café.

Confieso que cada desayuno que llega a iniciar mi día con esos complementos, me trasladan directo a la exquisita sensación de plenitud por mantenerte en mi cama en aquellos días, antes de que de nueva cuenta emprendieras la partida hacia sabrá Dios dónde, mi siempre amiga pernoctada amante...
Dos mil trece, y sigues en mi mente, dos mil trece y parece no te has marchado, sigues machacando con tu recuerdo este deseo de olvidarte.
Quiero decir adiós, necesito hacerlo.
y lo siento, siento que ya se acerca; aunque cuando al fin creo lo he logrado, y al fin ya tu recuerdo no me duele, en el menú del día me acercan la mermelada de fresa para agregarle a mi pan con mantequilla que acompaña mi café siempre tomado sin azúcar.